Dying Light (2015)

Una aventura en 1ª persona ambientada en una ciudad invadida por zombies donde el parkour por edificios y la acción centrada en el combate cuerpo a cuerpo tienen protagonismo. Durante unas 20-30 horas experimentamos una historia muy cruda y salvaje de supervivencia y traiciones dentro de varios grupos de humanos que aguantan la epidemia que se ha apoderado de la ficticia ciudad de Harran, la cual podremos recorrer con enorme libertad.

Dying Light basa su jugabilidad en un mundo abierto lleno de peligros, donde se establece una base principal en la que podemos estar a salvo, hablar con diferentes personajes que pueden encargarnos misiones secundarias, comprar y vender objetos y descansar. Habrá otros refugios repartidos por la ciudad que podremos recuperar para tomar un descanso, recuperarnos y ponernos en refugio. La particularidad más destacable es el ciclo día-noche durante el cual las noches son la etapa más peligrosa para andar fuera en la ciudad, de ahí el título de la obra. Aparecen los enemigos más ágiles, inteligentes y hostiles que nos detectarán fácilmente y pueden perseguirnos sin cesar hasta darnos caza. Pueden saltar y escalar casi con la misma agilidad que la de nuestro protagonista, por lo que es muy difícil evadirlos. Además una vez nos alcanzan estamos prácticamente vendidos, sobre todo si nos rodean más de uno de estos acechadores, porque son realmente poderosos y resistentes, y de dos o tres ataques nos dejarán K.O. Tenemos algunas herramientas que pueden repelerlos, como las linternas ultravioleta, pero en general realizar las misiones durante la noche es bastante peligroso con estos imponentes enemigos, aunque si somos valientes o ya estamos lo suficientemente mejorados, podemos pasar fuera las noches y toda la experiencia adquirida se duplicará en comparación con la experiencia adquirida durante el día. En mi opinión la dificultad de jugar durante la noche es excesiva, no está bien equilibrada y se siente injusto, por lo que mantenerse más de 5 minutos vivo mientras corremos por la ciudad es todo un logro.

El combate no tiene muchas posibilidades al inicio, pudiendo encadenar varios golpes más o menos potentes con diversas armas cuerpo a cuerpo rudimentarias, pero según avanzamos, ganamos nuevas habilidades y la capacidad de fabricar armas más dañinas. De hecho incluso podremos utilizar armas secundarias arrojadizas, herramientas que distraen a los zombies, otras que los espantan y utilizar algunas armas de fuego con munición bastante limitada. Ganaremos habilidades como poder saltar rebotando por encima de algunos infectados, deslizarnos por el suelo y hacer zancadilla a algún zombie o patearlos para alejarlos antes de que nos puedan agarrar.
Con todas estas posibilidades a medida que progresamos, se siente un avance y que realmente estamos más fuertes y preparados para combatir contra hordas y enemigos más agresivos al progresar en la aventura. A pesar de ello, el combate no termina de explotarse y puede sentirse algo monótono y básico, por lo que en muchas ocasiones es más efectivo y divertido salir corriendo. Además, si somos rodeados por muchos enemigos, difícilmente podremos ser capaces de acabar con todos, por lo que la evasión o métodos de distracción siempre son tácticas necesarias.

La exploración es una de las bases, y es que Dying light es en esencia un mundo abierto a nuestra disposición lleno de materiales que podemos recolectar, tanto para fabricar otros objetos como para venderlos y ganar dinero que podremos invertir en comprar mejores armas u otros objetos de utilidad. Como suele ocurrir en videojuegos de mundos abiertos, a veces podemos abrumarnos con la cantidad de localizaciones, misiones secundarias y edificaciones para explorar, por lo que conviene centrarse en la misión principal y desviarse de vez en cuando solo para mantenernos más enganchados, aunque el juego siempre nos da la libertad de jugarlo al ritmo que prefiramos. Debido a la enorme amplitud del mapa, hay numerosos secretos dispersos por la ciudad con recompensas suculentas como la posibilidad de fabricación de poderosas armas o huevos de pascua de otras sagas.
La movilidad del protagonista es otra de las claves distintivas del título, con una enorme agilidad que nos permite esprintar, nadar y bucear, saltar obstáculos, trepar y escalar por múltiples superficies o incluso utilizar tirolinas improvisadas. Esta navegación tan fluida permite que el ritmo de juego sea rápido y que podamos desplazarnos a gran velocidad de un punto a otro del escenario, ya que los viajes automáticos a ciertos puntos no están disponibles y siempre tendremos que recorrer cada zona. Hacia el final del juego puede resultar algo tedioso desplazarnos constantemente de un punto a otro, ya que termina siendo repetitivo cuando conocemos todas las áreas, y se hubiera agradecido algún vehículo o posibilidad de viaje rápido ocasional.

El diseño de niveles tanto en exteriores como interiores es bastante interesante. Secciones como el alcantarillado, el colegio o museo están perfectamente recreadas y tienen un toque de tensión extra respecto a los escenarios abiertos, ya que hay más oscuridad y menos posibilidades de evadir a enemigos. La ambientación en ocasiones es bastante tétrica, con cadáveres mutilados de mil formas imaginables, destrucción y caos en la ciudad. Siempre se fomenta el plataformeo y se hará necesario saltar y escalar para avanzar por estas secciones, lo cual le suma a la variedad e interactividad en los escenarios. Lástima que el control no es muy exacto y es común que el personaje no se agarre adecuadamente a alguna tubería o cornisa, haciendo algunas secciones de salto algo frustrantes. Hay una gran variedad en las localizaciones incluso dentro de la ciudad, con el contraste de la zona nueva, donde hay casas bajas humildes y abundancia de zonas de campo y chabolas, y la ciudad vieja, más lujosa y con un apartado artístico de inspiración árabe que da gusto ver y recorrer.

Dying Light sorprende en su puesta en escena, con unos gráficos que aguantan perfectamente el paso del tiempo, sorprendiendo aún por su gran calidad. Además los escenarios son muy abiertos, teniendo toda una enorme ciudad a nuestra disposición, incluso podremos subir a edificaciones bastante altas, lo que nos da una sensación de exploración real y libertad más potente. Los efectos de partículas, fluidos y la iluminación destacan poderosamente.

La BSO es bastante interesante, con buena selección de temas, algunos muy acertados para las partes de acción o de máxima tensión. El doblaje y los efectos de sonido son sobresalientes y demuestran el gran trabajo puesto para dotar de gran realismo a la obra audiovisual.

La historia principal es bastante intensa y van ocurriendo muchos sucesos impactantes que cambian continuamente nuestros planes, y al ser todas las cinemáticas experimentadas en 1º personas nos sentimos aún más inmersos en estas conversaciones y situaciones límite. No nos sentiremos demasiado ligados a los personajes, por mucho que el guión intente hacernos sentir la rabia, pena o confusión de nuestro protagonista, no termina de ejecutar de forma tan buena las cinemáticas ni desarrolla a sus personajes para que nos impliquemos de forma como sí hacen juegos como The last of us.

El juego se divide en misiones, principales y secundarias, siendo muchas de ellas bastante similares. Ayudar a compañeros, colaborar con nuevas personas, rescatar a alguien o encontrar algún suministro suelen ser las típicas misiones, siempre muy relacionadas con la supervivencia en un entorno tremendamente hostil. Muchas veces gran parte del tiempo dedicado a las misiones es el desplazamiento de un punto a otro de la ciudad, lleno de trampas y enemigos que sortear, sobre todo de noche, por lo que a veces pueden resultar algo monótonas.
Es cierto que hay numerosas misiones secundarias de recaderos que alargan innecesariamente la vida del juego. Ya en la propia misión principal tendremos muchas tareas de recadero, ir de un lugar a otro es una constante en la aventura, lo cual al principio es muy interesante, por planear el mejor camino para sortear a los grupos de infectados así como otras trampas de los escenarios, pero a la larga se echa de menos algún sistema de teletransporte ya que navegar durante horas por la ciudad en la 2º mitad del juego puede hacerse tedioso. Aunque la baza principal del juego es precisamente el parkour entre las estructuras, el combate y la navegación para atravesar el escenario mientras exploramos cada edificio en busca de materiales con los que fabricar nuevas herramientas o suministros.

La guinda del pastel es la posibilidad de jugar cooperativo con hasta 3 compañeros, pudiendo ayudar de forma recíproca e ir cumpliendo los objetivos de la misión a la vez para ir más rápido y compartir la diversión. Está bastante bien implementado aunque es cierto que el juego no propone retos específicos para jugar en coop, ni en puzzles o combates que requieran de la colaboración entre jugadores, por lo que es un añadido que se agradece, pero es básicamente igual a la experiencia de jugarlo por uno mismo, ya que la jugabilidad es la misma. Poder eliminar enemigos con ayuda, curar o rescatar al compañero o indicarle la ruta a seguir son las acciones cooperativas que más disfrutaremos.

Así, Dying Light es una propuesta de mundo abierto muy interesante y única ofreciendo una jugabilidad compleja que mezcla combate, exploración y parkour en 1ª persona en escenarios abiertos con gran verticalidad y plagados de trampas y enemigos. Un juego en el que el ritmo es siempre rápido y tendremos que estar muy atentos jugando si no queremos morir al menor despiste.
Con una factura técnica y artística muy notables, el gran trabajo audiovisual mantiene el juego casi al nivel de los lanzamientos de juegos punteros tras casi 10 años, lo cual es de admirar. La narrativa de peso nos da mucha inmersión en una historia típica de supervivencia con secretos, venganzas y giros de guión que más o menos nos mantienen atentos a los sucesos. Un combate cuerpo a cuerpo donde es clave la fabricación de mejores armas y la adquisición de nuevas habilidades, con una sensación de progreso muy conseguida y que realmente se nota a los mandos. Lástima que el combate termina por hacerse algo tedioso, aún pudiendo usar armas de fuego y arrojadizas. Unos escenarios variados que explotan la ágil movilidad del protagonista se ven algo lastrados por los rutinarios desplazamientos entre puntos de la ciudad, que a la larga terminan cansando un poco. La opción de vehículos o de viaje rápido ocasional se hubiera agradecido en algunos momentos.

8’3

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